Es uno de los momentos más placenteros, y los niños disfrutan tanto del chapoteo como de los juguetes que hay en la bañera. Casi como un juego más, les daremos una esponja bien suavecita y les dejaremos que se laven, mientras les guiamos. Al principio resulta difícil pero sólo es cuestión de tiempo. Ellos, con su esponjita, se frotarán las partes del cuerpo que queden a su alcance, mientras nosotros inventamos un ritual para que no se les olvide ninguna zona, y luego completaremos lo que falte. Pongamos un poco de jabón en sus manitas y que se las enjabone.
Lo mismo cuando hacen pis: generalmente aprenden muy rápido a subirse las bragas o los calzoncillos y los pantalones, sobre todo si en lugar de botones y cremalleras, llevan un cómodo elástico. Permitámosles que lo hagan solitos y, si les queda muy torcido o abultado, corrijamos su tarea con tacto: «Qué bien lo has hecho, deja que sólo te acomode esta parte».
Hay que tener siempre en cuenta que la casa y sus instalaciones están diseñadas para los adultos y que si queremos que tengan autonomía, debemos facilitarles las cosas. Un banquito al que se puedan subir para alcanzar los grifos es imprescindible si pretendemos que se laven las manos solitos.