Casi todos los lactantes, tras la toma, regurgitan leche. Hay niños que obligan, a quien les coge, a cambiarse de camisa; otros apenas dejan escapar unos hilillos.
No son vómitos: el bebé no está molesto. Es más, ¡no se da cuenta! Las regurgitaciones se deben a que come más de lo que le permite su diminuto estómago. Si crees que tu hijo regurgita mucho, dilselo a su pediatra.
Por el contrario, cuando un niño vomita lanza el contenido de su estómago como un proyectil y seguro será molesto. Un vómito aislado no tiene importancia, pero si son continuados, violentos y su estómago no admite nada sin procesarlo, entonces debes acudir a un hospital, ya que puede deberse a una enfermedad llamada estenosis hipertrófica del piloto, que evita que la comida pase al intestino, y requiere cirugía.
Esta patología aparece en los primeros cuatro meses de vida. Luego, cuando es más mayorcito, los vómitos suelen deberse a infecciones del aparato digestivo sin mucha importancia. Pero siempre y cuando no presente ningún tipo de dishadratación, fiebres y/o diarreas.