Cuando tiene lugar la concepción, los padres dirigen sus pensamientos de forma natural hacia el futuro bebé. Incluso cuando inicialmente están sorprendidos por el embarazo (caso bastante frecuente), se adaptan con rapidez a la nueva situación, abrazan al bebé emocionalmente, lo celebran y empiezan a organizar sus vidas en función de este gran acontecimiento. El término científico utilizado para este proceso es el de crear vínculos.
Este término apareció por primera vez de forma silenciosa en el mundo a través del título de un libro, Crear vínculos materno infantiles, escrito por dos profesores americanos de pediatría, Marshall Klaus y John Kennell. Con las publicaciones actualizadas en 1983 y 1995 la importancia revolucionaria de este concepto llegó a establecerse y hoy en día es una expresión familiar en todos los idiomas del mundo. Sin embargo, la gente todavia pregunta «¿qué es?», «¿crear vinculos es un proceso real, verdadero y necesario?». Y, finalmente, la pregunta práctica: «¿Cómo hay que hacerlo?»
Crear vínculos es igual de sencillo (y misterioso) e igual de fácil (o difícil) que el amor mismo. Normalmente, el amor que sienten los padres hacia sus bebés no supone ningún esfuerzo y es espontáneo, pero, tal como observaron Klaus y Kennel hace un cuarto de siglo, hay cosas que pueden interferir en esta conexión valiosísima y, como resultado, la vida puede arrancar en la dirección equivocada. Es un hecho comprobado: algunas madres y padres no desarrollan nunca este esperado apego. En su lugar, afirman sentirse desvinculados de aquel niño y no saber el motivo. Pueden pasarse anos buscando con ansia algún camino para establecer esta conexión de corazones que, de alguna forma, falló al principio.
Los fallos en la creación de vínculos pueden tener verdaderamente consecuencias dolorosas. Una falta inexplicable de intimidad pende sobre su relación diaria como una sombra. Confianza y verdadera amistad parecen cosas imposibles de alcanzar. Por mucho que intenten complacerse siempre los separará un vacío.