Lo normal es que, con el tiempo, los niños vayan adquiriendo recursos para afrontar todas las situaciones, incluso las que temen. Pero hay casos en que los miedos se afianzan. ¿Por qué?
Algunos padres tienen tanto miedo al miedo de su hijo que, para que no lo pase mal, le cogen en brazos cada vez que ven un perro que se acerca. Si el niño está jugando tranquilamente en el parque, corren a su lado con afán protector ante la visión de un animal suelto. Cuando esto es así, lo que el niño entiende es que realmente hay un peligro, que pasa algo grave.
El exceso de protección puede afianzar el miedo del pequeño. Si mamá o papá corren a salvarle cada vez que se queja, piden a los familiares con perro que le encierren o le aten en presencia del niño, o cambian de acera cuando pasa un animalito, el niño nunca tendrá ocasión de comprobar que la inmensa mayoría de las veces los perros son absolutamente inofensivos e incluso, juguetones, divertidos y cariñosos.
Hay otro riesgo añadido en la sobreprotección, y es que el niño quiera sacar ventaja de la situación porque sabe que sus padres le solucionan la papeleta cuando dice tener miedo; así que por qué no decir que teme a tal profesor, que le asusta bajar solo a comprar el pan o ir a la cocina para beber agua…