Los padres debemos brindar al niño todo nuestro apoyo y cariño. Cuando se ponga a mayores, tenemos que actuar con normalidad, sin dar demasiada importancia a la situación; podemos mostrarle que no pasa nada por acariciar a un perro, pero hay que darle tiempo para que consiga enfrentarse a lo que teme. Tengamos paciencia.
Cosas que no hay que hacer:
- Chantajearle. No utilicemos su miedo como chantaje educativo, no digamos cosas como: «Si no te lo comes todo, llamo al perro para que venga» Puede que esto funcione en el momento, pero es un mal recurso que, a la larga, no sólo no solucionará su temor, sino que incluso le volverá más miedoso.
Reírnos de él. No le ridiculicemos. Hay que entender su sufrimiento. Para nosotros es obvio que no hay peligro, pero para él no.
- Enfadarnos. Tampoco debemos enfadarnos con el niño, ni llamarle cobarde, gallina, pequeñajo… Esto afianza sus miedos y su sensación de desamparo e incomprensión. Tenemos que mantener un clima de respeto a su temor y un diálogo cariñoso y confiado en todo momento para que hable de sus sentimientos. Debe saber que podemos ayudarle a superarlo. «¿Qué te da miedo?, ¿que te muerda? Los perros no muerden casi nunca, sólo algunos, poquísimos, y sólo si están muy enfadados. La mayoría quieren que les acaricies y juegues con ellos. Mira cómo mueve la cola, eso es porque está contento de vernos»
No esperemos acabar con sus temores sólo con decirle: «No pasa nada», «No te preocupes». E1 miedo es irracional y las palabras no bastan para superarlo.