Se comienza corriendo al dormitorio del recién nacido en cuanto éste dice «¡ah!» y se termina haciendo los deberes del escolar y contando hasta la última de las amistades de adolescente. Éstas son algunas de as tópicas -y erróneas- actitudes que definen la sobreprotección que ciertos padres ejercen sobre sus hijos y que, lejos de ayudarles en su desarrollo, pueden causar el efecto contrario y retrasar su progreso psicológico, intelectual y social.
Sin embargo, en descargo de los papás, también hay que reconocer que es muy fácil pasar de la atención y la protección normales que necesita cualquier niño a una dedicación y control excesivos sobre todos los aspectos de subida? Todos llevamos una madre «angustias» dentro, y la clave está en no pasar esos límites que impedirían al niño crecer como persona.
¿Qué es la sobreprotección?
«Se podría definir como un exceso de celo en el cuidado de los hijos, tanto que, a veces, lleva a los padres a ofrecerles algo que ni siquiera han solicitado» . En efecto, la sobreprotección supone una dedicación absoluta al cuidado de los niños, hasta el punto de intervenir en cualquier tipo de situación conflictiva que se les presente, con lo que impiden su aprendizaje y, por lo tanto, un correcto desarrimo en su camino hacia la madurez. ¿Y por que actuamos así ? Durante las primeras tapas de la vida del niño, éste depende talmente de nosotros. A medida que crece su instinto le anima a ir desligándose de los padres, a experimentar por su cuenta, a enfrentarse a nuevos retos… Forma parte de su proceso de crecimiento, para el que sus progenitores también deben estar preparados. Sin embargo, no todos lo están. A algunos les cuesta ir soltando esas ataduras y prefieren seguir con sus niños «pegaditos a sus faldas».
Y ¿qué diferencia a estos padres del resto? ¿Existe algún perfil de familia sobre protectora? Pues tanto como existen perfiles de familia autoritaria, permisiva, inestable… Hay algunos rasgos comunes que pueden identificar a los padres y algunos factores que condicionan este modo de actuar. «A veces, son personas que tienen miedos e inseguridades, que trasladan a sus propios hijos, y en otras ocasiones, se trata de adultos que de niños han tenido un trato similar», señala Jesús Ramirez. También esta actitud puede ser más habitual en padres a los que ha costado mucho tener niños y se vuelcan en ellos de forma excesiva, en las familias con hijos únicos enfermos, en las monoparentales- se intenta compensar la ausencia del otro progenitor – y en las que los papás pueden pasar poco tiempo con sus hijos debido a razones laborales.