El yogur natural o de leche entera, comercializado o casero, no aromatizado ni endulzado (o muy poco dulce), el requesón con un 20 % a un 30% de contenido graso, el queso fresco sin aromatizar… el abanico de posibilidades es amplio. No debe acostumbrarse al niño a los sabores demasiado dulces. Si quieres endulzar los productos lácteos, se les puede añadir una cucharadita de jalea, de almíbar, de mermelada de fruta (sin piel ni pepitas) o de miel.
A medida que el niño acepta los trocitos, se le pueden ofrecer lonchas de queso blando con un poco de pan. Déjese guiar por sus gustos. Si le gusta el queso con sabor fuete, es probable que a su hijo también le guste. Hay incluso quien pone queso rallado en las comidas a base de verdura. Si solo pones una pizca, el nido gozará del placer de descubrir otro sabor en su puré de verduras. Ahora bien, si come mucho queso, ese día convendría suprimir 0 reducir la carne, el pescado 0 los huevos ya que, en caso contrario, la alimentación contendría demasiadas proteínas.