El juego es una experiencia emocional cargada de comunicación e interacción con los otros, con los objetos y con el espacio.
A través del juego los niños se socializan en la cultura de grupo, integrando los valores éticos, morales y estéticos de la sociedad a la que pertenecen, lo que lo convierte en una actividad fundamental en el desarrollo de la persona.
Jugando con iguales comprenderá que existen unas reglas determinadas a seguir para poder jugar, aprenderá a conocerse y a conocer a los otros, a esperar su turno, a aceptar los resultados aunque no le sean favorables. Aprenderá a expresar emociones, a resolver conflictos, a ceder, a negociar, ofrecer, pedir.
Podemos afirmar que para los niños el juego es su lenguaje. Un simple «jugamos a» pone en marcha un sinfín de mecanismos que culminan en un grupo de niños y ruinas que se divierten juntos: acordar el juego, repartirse los papeles, imaginar una historia, compartirla, escucharla y convertirla en la historia del grupo añadiendo cada uno sus ideas y matices. Estas son parte de las capacidades que el juego pone en marcha, convirtiéndose en una verdadera escuela de socialización.