Tras los seis primeros meses de vida, en que existe básicamente a través de su madre, el niño va adquiriendo conciencia de que es un ser autónomo, dependiente de quien le ha dado la vida. Entonces, se abre un poco más al mundo exterior.
El segundo semestre constituye una época muy importante en la construcción de la personalidad del niño. Se trata del momento en que el bebé vive experiencias fundamentales, a pesar de que a veces resulten dolorosas. Hacia los 8 meses de edad, el niño se da cuenta de que su madre no es una más entre el resto de personas, que es única y que la prefiere a las demás. Este descubrimiento suscita una ansiedad real, puesto que esta madre insustituible no siempre está con él. Muchas veces, aproximadamente en esa misma época, se apega a un objeto de su elección, que se convierte en su objeto de seguridad. Al mismo tiempo, es capaz de constatar la desaparición de un objeto, así como su reaparición. Lo comprueba repetidamente, por ejemplo, lanzándolo y volviéndolo a coger muchas veces. Así pues, sus relaciones con los demás y con los objetos se modifican; aprende a ser más independiente, más autónomo. La evolución de sus reacciones delante de un espejo revela asimismo cómo poco a poco adquiere conciencia de su individualidad.