La edad a la que el niño empieza a mantenerse sentado varía mucho de un bebé a otro. Por regla general, se sitúa entre los 6 y los 10 meses. Algunos niños, con un mayor tono muscular, realizan progresos motores rápidos. Otros, más blandos, mantienen la espalda arqueada y se caen siempre que se intenta dejarlos sentados. Cada bebé progresa a su ritmo, y muy a menudo se trata del mismo ritmo al que se desarrollaron sus padres. En ciertas familias o en ciertos grupos étnicos, los pequeños se mantienen sentados y empiezan a andar de forma tardía.
Sin embargo, a partir del final del segundo año, los bebés más tardíos pueden hacer las mismas cosas que los bebés muy adelantados, que podían sentarse a los pocos meses y que andaban antes de haber soplado la primera vela de cumpleaños. La precocidad o, por el contrario, el retraso que se observa en ocasiones en los momentos del niño, reflejo de su tonicidad corporal, no supone ningún indicio sobre su desarrollo intelectual.
Estar sentado precisa la participación de muchos músculos: los de la espalda, los muslos y la nuca. Esta postura suele resultar más cómoda para los bebés que tienen las nalgas rollizas. El niño, instalado en un principio en un asiento reclinable o afianzado por cojines, empieza, a partir de los 6 meses, a mantenerse en un equilibrio más o menos estable al estar sentado: arquea la espalda, inclina la cabeza hacia las piernas, extendidas en horizontal, e intenta apoyarse sobre ambos brazos. Esta posición se va estabilizando y reforzando con el tiempo. La cabeza del bebé se vuelve menos pesada, la espalda se le endereza y consigue mantenerse sentado sin la ayuda de los brazos, lo que le permite usar las manos para jugar y efectuar gestos.