La merienda debería aportar entre un 10 y un 15 por ciento del total de calorías diarias (el desayuno aporta un 25 por ciento; el almuerzo y la cena, un 30 por cientos. Debe ser, por tanto, una comida ligera. Si el nido merienda mucho, no tendrá hambre a la hora de cenar. Pero si se queda con hambre, es probable que intente picotear entre horas, y también que se incline por alimentos poco saludables.
Con todo, lo importante es que la merienda se adapte a las peculiaridades de cada niño. Por ejemplo, si nuestro hijo es muy movido, hace mucho deporte o no come bien, se le puede preparar un tentempié más contundente que si está gordito o hace poco ejercicio.